JUAN GONZÁLEZ PETREL
(JUAN EL LIBRERO)

Juan González, “Juanito el Librero”.

            Juan González era todo un personaje. Hombre querido, respetado y admirado en el pueblo. Simpático, con unos “golpes” que demostraban la perspicacia y aguda ironía de una persona despierta e inteligente.

            Era el bar elegido por reuniones de personas dedicadas a todo tipo de trabajo o negocios. El vino de Chiclana que servía desde aquel barril era el preferido del pueblo. Juan repetía religiosamente cada noche el ritual de la reposición. Terminaba de llenar el recipiente para que se asentara durante aquellas horas y no estuviera alborotado al día siguiente. Un vasito de aquellos de cubiletes era “gloria bendita”. Los buenos bebedores así lo comentaban, y además era el más barato del pueblo.

          Allí encontrábamos diariamente Pepe Cuesta, Don Emilio, Nico, Manolo Coca, Manolo el Melero, y algunos más, para jugar las convidadas al mus.

Juan tremendamente honrado y escrupuloso en el servicio. Era corriente oírle silbar y canturrear mientras fregaba los vasos. Desde su puesto detrás del mostrador veía a todo el que pasaba por la calle. Él  decía “adiós” a todo el mundo, alto y fuerte, aunque los otros no lo vieran siquiera.

            En los años más lejanos cuando el café se servía en unos recipientes que le decían “maquinilla”. Un vaso con un pequeño depósito desde el que se filtraba el café. Frente al bar, en el pequeño espacio que tenía la acera, colocaba Juan una mesa y en ella se sentaba Antonio Vallecillo saboreándolo. Más abajo, en la puerta de la farmacia lo servia al médico y al veterinario que tambien era el farmaceutico que se lo tomaban en la misma acera en un “velador”.     

        Se ayudaba económicamente con el cobro de letras del Banco Español de Crédito. Todas las tardes recorría el pueblo visitando los comercios destinatarios de los recibos a cobrar. Y aquí también dejó su huella de hombre amable y humano, quizás en demasía, ya que muchos abusaron de su bondad.

Permitía que se le pagaran los efectos a plazo, anotando en el dorso las cantidades que le iban entregando a cuenta. Era algo que solamente beneficiaba al que pagaba, ya que él una vez pasado el vencimiento no podía devolverlo y quedaba cargado en su cuenta con el banco. Cuando murió la familia descubrió un “montón” de letras que no pudo terminar de cobrar y que tampoco las devolvió, favoreciendo a los interesados sin que estos cumplieran con su palabra.

           Dos hijos tuvieron del matrimonio; Juan Ramón y Luis. El primero, maestro nacional, lleva muchos años en Málaga. Serio, inteligente, pero guardando una flema propia de sus antecesores. Luís vive en Tarifa dedicado a la hostelería con un negocio en las playas de Bolonia.

RECUERDOS DEL BAR DE “JUANITO EL LIBRERO ”MI PADRE”
(Luis González Ardaya)

Los recuerdo que conservo sobre el bar de mi padre son muchos y nostálgicos, para mi, en aquella época de los 70, los bares en Facinas eran autenticas aulas de aprendizaje, donde la gente pasaba bastante tiempo y donde se relacionaban todo tipo de personas no importando las clases sociales, entablado entre ellos, buenas tertulias en la que las gentes echaban el rato entre copa y copa.

El bar de mi padre estaba muy concurrido durante todo el día, empezaba a eso de las seis de la mañana, donde el personal, pasaba antes de ir al trabajo a tomar el cafecito y alguna que otra copa de bebida “blanca”. Al medio día, se concentraban montones de gente del campo que venían a Facinas para hacer la compra, moler grano o para cualquier otra gestión, estos vecinos de los núcleos rurales de alrededores, consumían solo la bebida ya que traían sus comidas en talegas o alforjillas, pues no se estilaba lo de la tapa, a partir de esta hora, comenzaban las reuniones del copeo, normalmente con tinto o chiclanita, mientras, se jugaba alrededor de la barra al “Mus” o a los “Chinos” durando a veces estos agradables ratitos hasta las cinco o seis de la tarde, imaginaros que el personal a esa hora iba bastante contento,¡¡alegritos!! Luego se encadenaba la tarde noche, primero con las partidas de domino y cartas (subastao, tute, ronda y brisca) donde se jugaba solo con el interés de la convidada.

Finalmente, adentrada la noche se daban cita de nuevo un numeroso grupo de amigos donde proliferaban la gente del trato, marchantes, corredores, vendedores y compradores, donde entre Chiclana y Chiclana rara era la noche en la que no se cerrara un trato, parecía que con aquel vino tanto los que compraban como los que vendían se iban seguro de haber echo un buen negocio. En aquella fecha no se ponía el globo para soplar, porque se hubiesen retirados los carné de conducir a porrillo. Mi padre tenia en paralelo al negocio del bar, una corresponsalía del Banco Español de Crédito, por donde pasaban la gran mayoría de letras que circulaban en el pueblo, también se podía sellar la quiniela de fútbol, o hacer una póliza de seguro para animales con la compañía “La Mundial”.

Está claro que un bar, era el lugar idóneo donde te podías encontrar cualquier tipo de anécdotas. Recuerdo algunas más o menos simpáticas: como cuando mi padre, veía llegar a alguno de estos que ya venían cargaditos y podían meter la pata, el, se metía para detrás de la cocina y comenzaba a silbar fuerte, y con un paño golpeaba la puerta o cualquier objeto, para alertar a los clientes que no le dieran conversación y así se marcharía prontito el posible mete patas.

También recuerdo a un cliente asiduo, un poco lechero, que le pidió un vasito de vino, cuando fue servido, dijo, esto esta mas frío que la nieve, mi padre le retiro el vaso de vino y le puso otro, diciendo esta vez el hombre, ahora esta calentucho, mi padre le volvió a retirar el vaso de vino, se metió para la cocina y salio con el vaso en medio de un recipiente con agua caliente, y le dijo ¡¡ toma hijo, al baño de María!!.

O la anécdota de dos buenos amigos que todas la semanas sellaban una quiniela de fútbol a aparcería, el resguardo siempre lo tenia uno de ellos que tenia mucha guasa, un día, se le ocurrió despegar el sello y calcar en un boleto una de catorce que no tenia nada que envidiarle al boleto original, llamo a su colega y le comunico que tenían catorce, este hombre, llamo a sus hijos y amigos para celebrarlo, cuando se descubrió el pastel, cogió un cabreo impresionante y le dijo a su colega, “muy amigo y to lo que quieras , pero tu tienes las ideas de un gato pisao por el rabo”.

Recuerdo una mañana de un veinticinco de Diciembre nada mas abrir mi padre el bar se presentaron dos individuos que habían  estado toda la noche bebiendo de zambomba, pandereta y cánticos navideños, pidieron café y copa de coñac, uno de ellos estaba rematado y no se tenia en pie, lo metieron en el cuartillo de las garrafas de vino a dormir la mona, a eso del medio día, se embelezó un poco y fue al patinillo a orinar, iba con los pantalones caído, mi padre lo vio y le dijo: ¡¡No te habrás cagao ahí, después de la mañanita que me has dao!!